Los enfoques metodológicos dentro del estudio de la legitimidad política
La distinción entre teoría política y ciencia política es principalmente metodológica, ya que ambos campos de conocimiento comparten un mismo objeto de estudio: la política, sea cual sea el significado que se le atribuya a esta palabra. Mientras que la teoría política se encarga de especular desde el ámbito filosófico sobre los diferentes valores, deberes y demás cuestiones normativas y axiológicas aplicables a esta disciplina, la ciencia política utiliza en ella los estándares de las ciencias sociales y cumple con los tres pilares fundamentales de la ciencia: falsabilidad, provisionalidad y carácter empírico, guiándose por el método y las herramientas de la ciencia. Esta distinción es imprescindible para comprender el abordaje de la legitimidad política. La legitimidad política es una característica del Estado que consiste en la posesión del consenso de una parte mayoritaria de la población, es decir, el nivel de legitimidad política que posee un Estado es equivalente al grado de acuerdo que hay entre los integrantes del grupo social que lo integra. Habiendo esclarecido anteriormente las diferencias que hay entre los dos tipos de abordaje de la política, es posible describir hasta qué grado las personas están dispuestas a “obedecer” las normas y los consensos de un Estado; para esto, se debe recurrir a la teoría política para aclarar los conceptos utilizados, y para definir con precisión el alcance de los ismos, la ideología y el conocimiento; pero también es necesario un estudio preciso de enfoque empírico, que corresponde a la ciencia política, y que investigará a fondo sobre las ideas, conocimiento y valoraciones que comparten las personas que pertenecen a un Estado en específico. Si tratáramos de abordarlo todo desde la teoría política, podríamos caer en el error de asumir que todas las personas poseen conciencia filosófica y académica sobre lo que concierne al poder y el orden; mientras que la ciencia política nos ayudaría a describir efectivamente qué es lo que creen defender las personas con sus acciones y acuerdos. En México, un país lleno de desigualdad social y carencia económica, podemos percatarnos de cómo las minorías más vulnerables y oprimidas no tienen los medios aptos para estudiar la política con un enfoque académico a fondo, siendo inconscientes del deber que tiene el Estado frente a ellas. Las clases altas y élites políticas, por otro lado, son responsables de legislar y desde luego que lo hacen en su favor, perpetuando un sistema capitalista de explotación. Podríamos describir las creencias “alienadas” (por llamarlas de alguna manera) que poseen las clases y sectores oprimidos desde un limitado conocimiento de historia, filosofía y política: la mayoría de ellas residen en una ingenua descripción de la democracia, diseñada por las clases dominantes y enseñada en sus precarios planes de estudio; consisten en otorgar esperanza a la influencia del voto en la vida política por medio de representación que en realidad suele ser un fraude. Ellos creen que estos fraudes, llámese corrupción o mal gobierno, son cuestiones individuales que corresponden a malos representantes, cuando en realidad hay un sistema económico y político detrás de ellos, que funciona de manera circular, y que los filósofos y sociólogos adoran estudiar sin realmente intervenir en la conciencia política de la comunidad.